SANTA MARÍA MAGDALENA, PATRONA DE ESCALONILLA
Su festividad se celebra
en Escalonilla el día 22 de julio de cada año. Este año de 2013 he querido
dejar constancia, para aquellos que estén interesados en algunos de los
detalles que años atrás ya dejé reflejados en los programas que edita el
Ayuntamiento para la festividad del Santísimo Cristo de la Cruz a Cuestas,
editarlos en este blog.
Santa María
Magdalena en procesión - 1975
1.- Sobre el día
de su festividad: (Ampliar detalles en el programa de fiestas de 2004)
Durante
los siglos XIII, XIV y XV, el día de su festividad fue tenido por uno de los
más importantes del año y en los libros litúrgicos solía constar como un día
doble (Correspondía a una fiesta en la que se recitaban antífonas y cantos
llanos antes y después de los salmos y cánticos). La amenaza de terribles
castigos pesaba sobre todo aquel que dejara de celebrar la fiesta
correctamente; en Viviers (norte de
Francia), por citar un ejemplo, un relámpago calcinó las piernas de un
campesino y mató a sus bueyes porque, aún y habiéndolo amonestado el cura,
había trabajado su campo el 22 de julio. Sin embargo, María Magdalena le curó
las heridas y unos días más tarde, en la fiesta de la Asunción, el 15 de
agosto, la Virgen María, le puso en pie.
Desde mediados del siglo XVI se encuentra
documentada como patrona de Escalonilla, donde contaba con una cofradía desde
1556. Dicha cofradía tenía la obligación de hacer la fiesta de la Santa, con
vísperas, misa, sermón y procesión solemne. También estaba obligada a atender
otras necesidades espirituales por las ánimas de los cofrades difuntos. Son
muchos años de arraigo popular que nos ha permitido consolidar su devoción y
celebrar con entusiasmo su fiesta. Desaparecida dicha hermandad hace muchísimos
años, la fiesta, hoy, se celebra bastante desdibujada. ¿Qué imagen sacaban en
procesión en esa época? ¿Cuándo y por qué desapareció la cofradía?. Hoy son
preguntas de difícil contestación.
2.-
Sobre su patronazgo :
Algunos oficios e instituciones adoptaron a María Magdalena
como santa patrona por razones muy variadas, y a lo largo y ancho de la
geografía española, muchas iglesias se encuentran bajo la advocación de la
santa, y varios pueblos españoles, como Escalonilla, la tomaron como su santa
patrona cuando se estaba celebrando el concilio de Trento: 1545 – 1563. Nuestro
pueblo ya contaba con un patrón: S. Germán. ¿Por qué duplicaron los
escalonilleros el patronazgo?
3.- Su importancia artístico-religiosa:
María
Magdalena vino a ser la santa favorita del medioevo y su vida se convirtió en
un verdadero best-seller. Hasta el siglo XII su representación plástica se
había limitado a ciertas escenas de la vida de Cristo, tales como la
Crucifixión y la Resurrección. A partir del s. XIII comenzó a aparecer sola,
como heroína de su propia historia, representada en vidrieras, frescos,
altares, entrepaños, miniaturas y obras de orfebrería, siempre con colores
vivos.
En
España, el arte religioso también fue utilizado como un arma propagandística
eficaz para promover los conceptos de la Contrarreforma, por lo que las
consignas para representar a María Magdalena censuraron sus adornos y
vestimentas suntuosas, y las imágenes de los artistas que mostraron a la bella
arrepentida elegante, fueron desapareciendo poco a poco. La imagen de la
penitente en su cueva reflejaba un modelo ideal: resultaba menos erótica y más
ascética y piadosa.
El primer
éxtasis o ascensión de la Magdalena cubierta por su cabellera, hizo su primera
aparición en el retablo del Maestro de la Magdalena a finales del siglo XIII.
La interpretación de la escena a finales del XVI, acentuaba un nuevo aspecto:
al serles negados a la santa el agua y la comida, el alimento celestial había
de ser su único sustento. El alimento divino era la Eucaristía, y la imagen de María
Magdalena trasportada a los cielos constituía la afirmación visual de la
presencia real de Cristo en la Eucaristía y la confirmación del dogma
cuestionado por el protestantismo.
Con
esa representación del “Tránsito de Santa María Magdalena a los Cielos”, situada en la parte más alta del retablo del
Altar Mayor, el mensaje de la Iglesia llegaba claro y preciso a los
escalonilleros. Posiblemente, Susan Haskins, de haber conocido ese enorme y
extraordinario lienzo alegórico a ese místico momento y el patronazgo de la
santa sobre Escalonilla, lo habría citado y comentado en su libro. ”María
Magdalena: Mito o metáfora. Nosotros observándole y pensando en el significado
de Trento, tal vez, podamos entender algunas de las sensaciones y vibraciones
de nuestros antepasados y comprender los sentimientos que en ellos despertaría.
En
cuanto a la escultura, hay que referirse, por su notoriedad, a la esculpida por
el granadino Pedro de Mena, en 1664, incorporada, tiempo atrás, a una
exposición realizada en el Museo del Prado sobre la pintura de Tiziano y que
tuve el placer de contemplar. Se trata de una estatua realista de madera
policromada vestida con una burda túnica, la mano derecha sobre el pecho
mirando angustiada la cruz que sostiene en la otra.
El tránsito de Santa
María Magdalena a los Cielos:
Es una
importante pintura al óleo, enmarcada en la parte central del retablo barroco
de la Iglesia Parroquial de Santa María Magdalena de Escalonilla, donde se
representa el tránsito de la santa a los cielos, conducida y ascendida por dos arcángeles celestiales,
de autor desconocido. Durante bastante tiempo se confundió con una representación
de la ascensión a los cielos de la Virgen María, hoy totalmente superada.
Debajo de esta impresionante pintura, la escultura de
la santa, obras con las que, los escalonilleros dejan
claro, según mi parecer, cual es su patrona principal, aunque hay que reconocer
que la devoción al Santísimo Cristo de la Cruz a Cuestas, fundamentalmente
desde la primera mitad del siglo XIX, ha eclipsado la que se profesa a
cualquier otra imagen. A continuación, con el escrito publicado, en el año
1996, en el programa de fiestas del Cristo, queda explicada la simbología de la
mencionada obra.
Interior de la Iglesia Parroquial. Al fondo el retablo cuadro del
Tránsito e imagen de Santa María Magdalena.
“EL TRANSITO DE SANTA MARIA
MAGDALENA A LOS CIELOS "
- Alejandro Pinel Alonso
Escalonillero/a, cuando visites, cuando te encuentres en nuestra Iglesia
Parroquial eleva la vista y observa con
atención el cuerpo superior del retablo del Altar Mayor; fíjate en su parte
central, la más recargada, como en su ascenso penetra en el artesonado del
techo, y comprueba como en su centro ha dejado espacio para acoger a una obra
pictórica, bien elaborada técnicamente y de un gran significado para los
lugareños. Seguro que en alguna ocasión habrás sentido la curiosidad de conocer
lo que el pintor nos ha querido
transmitir sobre nuestra santa patrona y te habrás hecho algunas preguntas al
respecto. Yo, tengo que confesaros que he sentido muchas veces esa misma curiosidad, y que
desde un buen día del año 1.992, tras haber sido limpiada la
pintura y llegarme sus colores cálidos con mayor nitidez, se ha incrementado, y
mi mirada se dirige, casi sin pretenderlo, escrutadora y curiosa, domingo tras
domingo, a ese magnífico lienzo para tratar de retener hasta sus más pequeños
detalles que me ayuden a comprender el mensaje del autor; perdiendo, ante esta
nueva dimensión, importancia otros menores relacionados con su autoría y que,
sin duda, algún día conoceremos.
Es una pintura
típicamente barroca que sigue, en líneas generales, los modelos de las Inmaculadas,
el tema religioso más socorrido en el siglo XVII, con atmósferas cálidas y
doradas y el aire místico que precisan los cuadros religiosos, pues era
necesario aproximar la religión al pueblo. Se generalizó el óleo y el lienzo,
ya que este último permitía la pintura de cuadros de proporciones mucho más
grandes que la tabla y, gracias a él, los cuadros de los retablos mayores eran
todo lo gigantescos que exigía el
sentido de la grandiosidad de los artistas barrocos. Antolínez (1.635-1.675),
pintor representativo de la escuela barroca madrileña del siglo XVII, que nos
dejó entre sus cuadros un Tránsito de la Magdalena, (Museo del Prado), creó un
inconfundible tipo de Inmaculada caracterizado por la amplia dobladura que
forma el cuerpo de la Virgen inclinado sensiblemente hacia la izquierda, que
nos hace recordar nuestra obra. En el barroco, que se había iniciado en el
siglo XVII y se extendió hasta la mitad del XVIII, se pinta todo cuanto se ve,
lo feo y lo bonito, lo agradable y lo molesto; tanto una hermosa Venus como un
cadáver putrefacto. El pintor abandona el taller para buscar temas en la misma
naturaleza; también se estudia al individuo y se intentan captar sus estados
emocionales. El realismo determina el auge
de temas cruentos, pero época de grandes persecuciones, el siglo XVII lo
fue también de recompensas, de canonizaciones y beatificaciones. Y, junto a lo
real, triunfa lo maravilloso; es sobre todo el misticismo, el cálido contacto
con Dios lo que se representa. Ello obliga a introducir elementos
sobrenaturales y efectos teatrales en la escena: resplandores salpicados de
nubes y humos de incienso donde bellas figuras de ángeles entonan suaves
salmos. Los temas religiosos se multiplican hasta el infinito ya que era
preciso contar las vidas gloriosas de los santos de la Iglesia, por lo que son
frecuentes las series de lienzos a ellos dedicados para decorar iglesias y
claustros de conventos. En la iconografía de la época, María Magdalena aparece
representada como cortesana o, mucho más frecuente, como penitente, penitente
en el desierto, sobre todo a partir de la Contrarreforma. Como cortesana suele
ir acompañada del frasco de perfumes que derramó en los pies de Cristo; como
penitente, ostenta una larga cabellera con la que se cubre a veces. Las grandes
conquistas del barroco son la luz, el movimiento y el colorido; predominando
las composiciones asimétricas, donde las diagonales ocupan un lugar preeminente.
Nos encontramos en la época culminante de la pintura española donde los
artistas, entregados al arte del pincel, se esforzaron por plasmar una visión
trascendente, sobrenatural, aunque se refiera incluso a personajes puramente
humanos. El realismo desempeña un papel director en la representación, pero hay
que esforzarse por averiguar lo que se esconde detrás de él. Los gestos y los
atributos desnaturalizan el aparente significado real de la obra; pues hay que
recordar, por ejemplo, como San Ignacio
de Loyola recomendaba al pecador que colocara la mano sobre el pecho si estaba
con deseo de arrepentirse; otro tanto cabría decir de la mirada que, cuando se
dirige hacia lo alto, es indicio de oración.
El tema central de la obra, la
ascensión de la santa a los cielos transportada por dos ángeles rubios de
extraordinaria belleza, se encuentra encerrada en un triángulo, prácticamente
de lados iguales, que tiene sus vértices en los pies de la santa, en su mano
izquierda y en las manos del ángel que se alza sobre el brazo derecho de la
Magdalena. El contraste del rojo de los ropajes de los ángeles con el azulado y
marrón de los de la santa,
hace que destaque en el conjunto de la pintura el cuerpo suspendido de la
Magdalena, que con su mirada orientada hacia el cielo en señal de oración y con
el semblante de complacencia y abandono, nos transmite esa sensación mística y
contemplativa que ejerce la influencia divina sobre ella. Los largos y
abundantes cabellos que caen desenfadadamente sobre sus hombros, pretenden
hacernos recordar el pasaje de su arrepentimiento, cuando lavó los pies de
Jesús con sus lágrimas y los secó con ellos. La composición rompe su
uniformidad a través de dos diagonales que ha introducido el autor y que sirven
también para imprimir la fuerza ascensional que nos quiere transmitir. Me
refiero al cuerpo del ángel de la izquierda -mirado el cuadro de frente-, que
sigue la inclinación de uno de los lados del triángulo al que antes hacia
referencia; en contraposición, esa otra diagonal más suave formada por los
brazos de la Magdalena, mientras su cuerpo, dispuesto en forma vertical con
amplia dobladura, prácticamente ingrávido, parece seguir el camino trazado por
ese resplandor de rayos divinos procedentes del cielo, que se abre paso entre
nubarrones oscuros. Todo está colocado y
preparado para potenciar el movimiento ascensional ya iniciado de la santa que,
incluso, se encuentra ya con los pies ligeramente despegados del suelo.
Con la disposición del paisaje áspero y
prácticamente desnudo de vegetación, característico de zonas esteparias o desérticas, el pintor ha dotado a su obra de
perspectiva, de profundidad y le ha servido para acercar el tema tratado al
espectador y para situar en el espacio adecuado el hecho que pone de relieve.
En el vértice inferior izquierdo, en un plano secundario, ha colocado dos
pequeños angelitos desnudos, de carnes rosadas, para representar la
temporalidad de la vida terrestre, la muerte -ángel que sujeta en sus manos una
calavera-; y el triunfo de la Iglesia, de la vida eterna -ángel que eleva con
su mano derecha un copón (?)- (también podría tratarse del frasco de los
perfumes, símbolo que acompaña a las pinturas de la Magdalena, fundamentalmente
cuando se la representa como cortesana, aunque no es el caso que nos ocupa)
y porta en la izquierda un libro,
posiblemente los evangelios (el valor y la fuerza de la palabra, de la
predicación, faceta en la que se distinguió la santa tras su arrepentimiento,
según nos cuenta fray Santiago de la Vorágine con las siguientes palabras: “No
debe extrañarnos que de unos labios que tan delicada y piadosamente habían
cubierto de besos los pies de Cristo, brotase la palabra de Dios con
especialísima unción”). En definitiva, el triunfo del amor de la Magdalena
hacia Jesucristo tras vencer al pecado y los placeres terrenales.
Pero es inútil enfrentarse con la
pintura barroca sin conocer la literatura contemporánea, ya que la pintura pone
en marcha unas formas y unas ideas que en gran parte figuran en los libros; así
pues, ha de explorarse la bibliografía de la época para tratar de penetrar en
los secretos de la pintura. Sin duda, el pintor conocía bien la narración que
de la vida de la santa realizó el dominico genovés, arzobispo de Génova desde
1.292 hasta su muerte en 1.298, fray Santiago de la Vorágine en su “Leyenda
Dorada”, obra escrita en latín hacia el año 1.265; hombre de inmensa cultura y
uno de los escritores más sobresalientes y prestigiosos de la Edad Media, que
con su compilación de las vidas de los santos cosechó, durante más de tres
siglos, alabanzas muy superiores a las conseguidas por cualquiera que haya
escrito sobre esa materia. Según la Leyenda Dorada, Santa María Magdalena,
deseosa de entregarse plenamente a la contemplación de las cosas divinas, tras
abandonar el camino de los placeres y del pecado y dedicarse, durante años, a
predicar la doctrina de Cristo, se retiró a un desierto austerísimo; se alojó
en una celda previamente preparada para ella por los ángeles, donde vivió
durante treinta años totalmente apartada del mundo y aislada del resto de la
gente. Durante todo ese tiempo, todos los días, en los siete tiempos
correspondientes a las Horas Canónicas, los ángeles la transportaban al
cielo para que asistiera a los oficios
divinos que allí celebraban los bienaventurados. Con sus propios oídos
corporales oía ella los cánticos que los gloriosos ejércitos entonaban, y
alimentada hasta la saciedad, siete veces al día, con tan exquisitos manjares,
compréndase perfectamente que cuando los ángeles, al concluir cada una de las
siete Horas Canónicas del Oficio, la bajaban nuevamente al desierto, no
sintiera la menor necesidad de tomar alimentos ni bebidas terrenales.
Este pasaje fue contemplado por un sacerdote
que, buscando un paraje adecuado para hacer vida solitaria, fue a parar al
desierto en que la Magdalena se encontraba, y construyó una celda a doce
estadios de distancia de la ocupada por la santa. Un día el Señor permitió que
dicho sacerdote, con sus propios ojos corporales, físicamente y con toda
claridad, viera como los ángeles descendían de lo alto, llegaban a un lugar
próximo a donde él se hallaba y subían al cielo llevando con ellos a una mujer.
Al cabo de una hora vio de nuevo como aquellos ángeles, cantando himnos de
alabanza descendían nuevamente a la tierra acompañando a la misma mujer que
anteriormente consigo llevaron. Este sacerdote comprobó así que lo que había
visto era real y escuchó de boca de la santa todo lo que la venía ocurriendo
desde hacia treinta años, rogándole que fuese a ver a San Maximino (encargado
por San Pedro de la atención espiritual de María Magdalena) y le contase lo visto, ya que muy pronto el
Señor la sacaría definitivamente de este mundo. Poco tiempo después, un domingo
de Resurrección, la santa, tras recibir en comunión el cuerpo y sangre de
Cristo en el oratorio de San Maximino, donde fue trasladada por los ángeles,
rodeada del santo, de todo su clero y del sacerdote que había actuado de
recadero, ante la base del altar, se tendió en tierra, y, estando en esta
actitud, su alma emigró al Señor. Nada más expirar, de su cuerpo empezó a
emanar un olor tan exquisito que todo el oratorio quedó impregnado de él, y
cuantos entraban en aquel sagrado lugar percibían los efluvios de tan suavísimo
aroma, que duró sin desaparecer unos siete días. San Maximino, tras ungir con
suavísimos bálsamos el cadáver de la santa, lo sepultó reverentemente y rogó a
los cristianos que cuando él falleciera, enterrasen su cuerpo al lado de la
Magdalena”.
Alejandro Pinel Alonso //Septiembre de 1.996.
La escultura: Imagen de
Santa María Magdalena
En cuanto a la escultura, hay que
referirse, por su notoriedad, a la esculpida por el granadino Pedro de Mena, en
1664, incorporada, unos años atrás, a una exposición realizada en el Museo del
Prado sobre la pintura de Tiziano y que tuve el placer de visitar y contemplar.
Se trata de una estatua realista de madera policromada vestida con una burda
túnica, la mano derecha sobre el pecho mirando angustiada la cruz que sostiene
en la otra mano; expresión anhelante de unión del alma con el crucifijo. El
pelo naturalista está aplastado sobre la cabeza, tiene el ceño fruncido y unas
lágrimas pintadas la corren por las mejillas. Por su espíritu, se asemeja a la
figura ascética de Donatello, esculpida doscientos años antes.
Puede seguir ese mismo modelo, aunque su
espíritu es diametralmente opuesto, la talla de la Magdalena escalonillera,
colocada en el primer cuerpo del bello templete central que adorna el Altar
Mayor de nuestra Iglesia. Juan Nicolau
Castro, en su obra: “Escultura
toledana del siglo XVIII”, cree poder ligar la imagen con el círculo del
escultor cortesano Juan Pascual de Mena, nacido en el pueblo toledano de
Villaseca de la Sagra. Aunque se trasladó muy pronto a Madrid, de él se conocen
obras en Toledo y en algunas iglesias de la provincia. En nuestra imagen la
nota dominante es la belleza y la elegancia, acentuada ésta por ese gesto de la
mano derecha que, de forma un tanto descuidada, se apoya con sus largos dedos
sobre el pecho. El contraste con el misticismo que transmite la famosa talla de
Mena es claro. Ver fotografía al final para comparar.
Pero, ¿desde cuándo empezó la
Magdalena a ser patrona de la Parroquia?. Según D. Pablo Bautista, cura párroco
de Escalonilla, el día 27 de Junio de 1553, en el acta de bautismo de Diego,
hijo de Juan Valencia y su mujer ya figuraba la Magdalena como patrona de
Escalonilla.
Sabemos que en Escalonilla se
veneraba a la santa desde el siglo XVI, al existir constancia de la fundación,
en 1556, de la cofradía de Santa María Magdalena, existiendo, por parte de los
cofrades la obligación de hacer la fiesta religiosa, con vísperas, sermón y
procesión solemne, lo que indica el arraigo popular que la santa tenía en esa
época.
También en las relaciones
topográficas de Felipe II, de 1576, unos años después, se contesta expresamente
en la pregunta 48: “...En este lugar
no hay iglesia catedral más de una iglesia parroquial, que la advocación de
ella es de Santa María Madalena, y tiene una capilla mayor, y dos capillas
colaterales....”.
Su ubicación en la Iglesia, es el centro del retablo
barroco del Altar Mayor, presidiendo el templo de la que es copatrona con San
Germán.
Dos instantáneas de la imagen de la Magdalena tras su restauración
Imagen de la Magdalena antes de ser
restaurada
Por último, una composición que permite comparar las imágenes de Pedro de Mena (derecha) y la patrona de Escalonilla (izquierda).
Alejandro Pinel Alonso
Julio de 2013